EL ALCAZAR DE TOLEDO

 

 

 

Alcázar de Toledo; vista general y monumento a la victoria

 

Ubicar el Alcázar de Toledo es tarea fácil para todo viajero, venga desde donde venga. Si lo hace desde Madrid, lo más frecuente lo primero que destaca en la maciza roca toledana es el Alcázar, grandioso y elevado, como corresponde a una antigua fortificación de primer orden, dentro de las murallas de la ciudad pero, a la vez, dominando a ésta.

 

Está en el extremo este de  Toledo, próximo al Puente de Alcántara y al Hospital de Santa Cruz (hoy museo arqueológico) y a pocos metros de la Plaza de Zocodover.

 

Su historia es dilatada, mejor dicho, la de sus desplazamientos en el lugar más dominante de la ciudad, que fue aprovechado desde los primeros siglos para ubicar la correspondiente fortaleza.

 

 

 

 

 

Portada plateresca, con destacado escudo imperial

Es posible que hubiera fortificación romana y visigoda, aunque documentalmente conste la existencia de una pequeña fortaleza mandada construir por Alfonso VI cuando tomó la ciudad en 1085.

Se fue ampliando y reformando con los sucesivos monarcas; Alfonso VII, Alfonso VIII, Alfonso IX y Fernando III. Pero sobre todo a partir de Juan II cuando las reformas son transcendentes.

Ya el emperador Carlos I fue el que quiso construir un palacio-fortaleza a la altura imperial. Intervinieron en su construcción los arquitectos Alonso de Covarrubias, Luis de Vergara, Juan de Herrera y Francisco de Villalpando.

 

 

 

 

Fachada oeste con la puerta principal plateresca

Obra de Juan de Herrera, ya con Felipe II, fue acabar la fachada Sur, la escalera y varias dependencias.
Pero el alcázar sufrirá en adelante las consecuencias de la guerra; en la Guerra de Sucesión, lo incendiaron las tropas del general austriaco Starhemberg, en 1710, Carlos III cede en 1771 el edificio al Cardenal Lorenzana, quien se ocupa de restaurarlo bajo la dirección del arquitecto Ventura Rodríguez, quien lo acaba en 1775, destinándose a Casa de Caridad. Pocos años después en enero de 1810, en plena Guerra de la Independencia, la división francesa que ocupaba la ciudad, al evacuarla, la incendia, quedando en pie los muros exteriores y pocos más. Tardó bastante en restaurarse, lo que se hizo entre 1867 y 1882. Al año siguiente, se establece en él la Academia General Militar. No permaneció en ese estado nada más que cinco años, ya que se volvió a incendiar en 1887.
Vuelve a restaurarse en 1890 y continúa siendo Academia Militar. El último suceso acaecido en él ocurrió durante la última Guerra Civil, en 1936, siendo asediado por las tropas republicanas, que dejaron el edificio reducido a escombros mientras las tropas el mando del coronel José Moscardó resistieron hasta que las tropas nacionales, al mando del General Varela, lo liberaron. De nuevo fue restaurado y ha sido habilitado como Museo, exhibiendo parte de los recuerdos de la infantería española que se guardaban en el Museo del Ejército de Madrid, aparte de reproducir escenas del último asedio. Así pues, se trata de un edificio más valorado por su historia que por su arquitectura, lógico si se piensa en todas las reconstrucciones que ha sufrido.
Es de planta cuadrada, con torres en las esquinas, lo que le da aspecto militar.

La fachada Oeste, la primera que ve el visitante, no ofrece ninguna particularidad, a excepción de pequeños adornos platerescos. Se entra por una puerta en la fachada principal, plateresca, la que fue hecha por Covarrubias y frente a la cual hay una explanada desde la que se domina parte de la ciudad.

 

 

 

Patio, estatua de Carlos I y galería inferior

Está dividida en tres cuerpos, los dos primeros similares, aunque uno con ventanas y el segundo con balcones. El tercero se diferencia por la mayor abundancia de motivos decorativos, como las columnas que flanquean los ventanales y los modillones. Arriba, una balaustra corona de fachada. De la portada destaca el gran escudo imperial en lo alto de la puerta, la más característica es la fachada Sur, de Juan de Herrera, reconstrucción de los maestros Béjar y Francisco Hernández, y que conserva aparte de los muros originales.

Tiene cuatro cuerpos, el primero consistente en una galería con arcos y los restantes con abundantes ventanas, una grande y una más pequeña encima (en los dos cuerpos superiores), y un último cuerpo más pequeño con ventanales arqueados.

Dividen los tres cuerpos superiores destacadas molduras.

La fachada Este es la más antigua del Alcázar, pues se aprovechó un lienzo de muro del siglo XIV, que se ve claramente con sus cimeras y torreones entre las dos torres de los ángulos. Al igual que las fachadas, las cuatro torres también son distintas.
 

En la explanada entre el corralillo de San Miguel y la fachada y plaza de los Capuchinos, se erigió en 1961 un monumento del escultor Juan de Ávalos, dedicado a la Victoria y a los héroes caídos en el asedio.
En el interior, un gran patio trazado y diseñado por Covarrubias, muy severo, en el centro del cual hay una estatua de Pompeyo Leoni que existe en el Museo del Prado. Al fondo del patio está la escalera monumental, obra de Herrera y Villalpando. Los dos tramos laterales forman un descansillo central al que acceden tres puertas que comunican con la capilla, trazada por Herrera.
Merece la pena visitar el Museo del Asedio, la cripta y demás dependencias y sótanos.

 

 


 

PINCHA EN LA FLECHA PARA VOLVER ATRÁS