CATEDRAL DE BURGOS

 

Escalera de Diego de Siloé del siglo XVI

 

 

En el corazón medieval de la ciudad castellana de Burgos se levanta una de las catedrales más bellas y famosas de España, que ha merecido el honor de ser declarada por la UNESCO Patrimonio de la Humanidad por ser uno de los ejemplos más completos del gótico en su esplendor, tanto en arquitectura como en retablos, tumbas, sillerías, vidrieras…

 

La historia de este magnífico templo se remonta a Alfonso VI que fue quien donó una serie de palacios para construir la catedral románica de Santa María en los últimos años del siglo XI.

 

La diócesis de Burgos, en el Medievo, no sólo gozaba del favor de los reyes, sino que además tenía el privilegio de depender directamente de Roma, privilegio que se mantuvo hasta finales del siglo XVI.

 

 

 

 

 

 

FACHADA PRINCIPAL

 

En los primeros años del siglo XII el obispo Mauricio, un hombre culto e interesado por todo lo nuevo, llegó impresionado por las nuevas catedrales francesas y alemanas que había visto en el viaje que tuvo que realizar para recoger a la princesa, futura reina de España.

 

A su vuelta convenció al rey Fernando III de la necesidad de una nueva catedral, mayor que la primitiva románica, y el 20 de julio de 1221 se colocaba la primera piedra del que iba a ser una de las joyas del arte gótico.

 

La construcción fue lenta, y aunque a mediados del siglo XIII ya se había cubierto la nave principal, duró hasta los primeros años del siglo XVI.

 

En una primera etapa, en el siglo XIII, se terminó prácticamente el templo, con algunas capillas laterales y el claustro.

 

 

 

 

 

 

ALTAR MAYOR

 

 

 

En la segunda, ya en el siglo XV, se remataron las torres y el cimborrio con las agujas de Simón de Colonia y su hijo Juan.

Estas famosas torres impresionaron al viajero del siglo XIX, Basarte, que escribe lo siguiente;

“Las dos torres de la fachada principal son de mucho artificio y altura, obra de la magnificencia de tres obispos de esta santa iglesia, y de un gusto enteramente alemán.

 

Constan las torres de cuatro cuerpos sobre el inferior, que les es común con la fachada. El último en que rematan es piramidal, de ocho caras, horadado todo de parte a parte.

 

La materia de toda esta fachada y torres es la piedra de las canteras de Ontoria.

 

 

 

 

 

CIMBORRIO DE LA CATEDRAL

  

Su calidad es la más aventajada que se conoce para estatuas y adornos, excepto el buen mármol, y ni aún a este cede en hermosura; pues la piedra de Ontoria es tan blanca como la misma nieve”.

Ya avanzado el siglo XVI se construyeron algunas capillas y, en el siglo XVIII otras dos; la de Santa Tecla y la de las Reliquias.
 

En el exterior de la catedral destacan tres grandes volúmenes; al pie del templo las torres; en el crucero el cimborrio y en la cabecera la capilla del Condestable.

 

La portada principal, llamada la Real, flanqueada por las dos torres de Juan de Colonia tan bien descritas por Basarte, se abre en tres sobrias portadas sobre las que aparece un gran rosetón enmarcado por un arco apuntado ciego.

 

 

 

 

 

 

 

 

UNA DE LAS CAPILLAS

 

 

 

 

 

En la parte alta aparecen dos grandes ventanales en estilo gótico florido con tracerías caladas de rosetones cuatrifoliados entre cuyas columnas aparecen diversas estatuas.
 

Rematando el conjunto una hornacina con la imagen de la Virgen y la leyenda, en letra gótica, en el antepecho que dice “pulcra es et decora”.

 

 

 

 

 

 

CAPILLA DE LOS CONDESTABLES
 
 

La segunda portada en importancia es la del Sarmental, al sur, del siglo XIII dedicado a la Majestad de Cristo.

Presenta tres grandes arcos ojivales decorados con temas del Apocalipsis sobre columnas en cuyas jambas hay seis esculturas de santos y profetas.
 

En el tímpano aparece la imagen de Cristo mostrando el libro de la ley.
 

De esta misma época es la Puerta de la Coronería, en el otro extremo del crucero, que presenta en el tímpano las imágenes de la Virgen y San Juan suplicando a Jesús; en la triple arquivolta serafines y escenas de tortura a condenados y en las jambas los doce Apóstoles.

 

Por último queda la Puerta de la Pellejería, del siglo XVI, realizada a modo de un gran retablo plateresco profusamente ornamentado, obra de Francisco de Colonia.

 

 

 

 

 

 

CAPILLA DE SANTA ANA
 

 

 

 

De la arquitectura interior lo más destacable es el cimborrio del crucero, del siglo XVI, que como decía el Doctor Don Juan Cantón Salazar que fue canónigo de la catedral a finales del siglo XVI.

 

“El crucero de esta santa iglesia es precioso y causa pasmo y admiración a cuantos le han visto por ser obra de las más suntuosas y de más realce de España, nueva maravilla del orbe”.

 

 

 

 

 

BÓVEDA DE LA CAPILLA DE LOS CONDESTABLES

 

 

 

Esta magnífica cúpula, obra de Juan de Vallejo, es, en efecto, sorprendente por su estructura a base de galerías, ventanas, estatuas, pináculos y profusión de adornos.

 

Bajo el cimborrio, una pequeña lápida atestigua que allí reposan los restos de Rodrigo Díaz de Vivar, el Cid Campeador y su esposa.

 

Frente a nosotros queda el Presbiterio con su notable retablo mayor en madera dorada, de cuatro alturas y dos cuerpos, obra de los hermanos Haya de finales del siglo XVI.

 

 

 

 

DETALLES DE LA NAVE PRINCIPAL

 

 

 

La descripción detallada nos la da el historiador Don Juan Cantón que, hablando del retablo mayor, dice; “el retablo es de admirable arquitectura y compuesto de cinco órdenes: toscana, dórica, corintia, compuesta y salomónica.

 

Está bien dorado, estofado y tallado con figuras de todo relieve; obra tan magnífica, que consta por papeles de archivo de esta santa iglesia haberse tardado en ella más de quince años.

 

 

 

 

DETALLES NAVE PRINCIPAL

 

 

 

La hicieron Rodrigo de la Haya y su hermano Martín de la Haya en precio de cuarenta mil ducados sin las mejoras.
 

La estofaron y la doraron Juan de Urbina y Gregorio Martínez, en once mil ducados.

Se empezó el retablo en el año 1577, y se acabó en el año de 93. A dorar se empezó dicho retablo en el año de 93, y se concluyó en el 96, y en este se acabó de sentar la obra…
 

 

 

 

DETALLES NAVE PRINCIPAL

 

El altar mayor consta de dos cuerpos; en el primero se figura el interior del templo, y en él la Purificación. Las figuras son de Nuestra Señora, San José, el Niño, Simeón, la profetisa Ana, y una criada, que lleva en el canastillo las palomas, todas de tamaño natural.
 

Simeón tiene a los pies un letrero ya roto, en que por las letras que han quedado se echa de ver que decía; Nunc dimittis servum tuum Domine, que es el cántico de Simeón.

 

Sobre la cornisa, en el lado del Evangelio, hay una estatua que representa la ley de gracia, y en el opuesto la ley escrita; aquella en figura de una hermosa joven, y está en la de un respetable viejo.

 

 

 

 

 

 

 

 

detalle del sepulcro de los condestables

La ley de gracia tiene las manos cruzadas y la vista elevada al cielo; el viejo sostiene con el brazo izquierdo las tablas de la ley, y pone sobre ellas la mano derecha.
 

El segundo cuerpo consta de columnas balaustradas, y entre ellas tres imágenes del Señor, que son la Oración en el huerto, el Señor de la columna y al otro lado con la cruz al hombro; de los lados del ático nacen dos grandes cornucopias en que se apoyan las imágenes de la Virgen y San Juan.

Remata el retablo un frontispicio, y en él una concha con una calavera.
 

En el sotabanco hay relieves de la Asunción, Nacimiento y Visitación. En lo alto conserva todavía el Crucifixo con los ladrones al lado, obra de mala mano, que desdice el resto del retablo.
 

Si recorremos el interior de la catedral se podría empezar por una de las partes más antiguas, el claustro del siglo XIV, al que se accede por una bellísima puerta gótica, del siglo XIII, de doble arquivolta decorada con personajes de la vida de Jesús y en cuyo tímpano se representa el bautismo de Cristo.

 

En la jambas dos pares de esculturas; a un lado la escena de la Anunciación y a otro el profeta Isaías con el rey David.

 

El claustro es un espacio asimétrico con dos pisos de arquerías caladas entre esbeltos contrafuertes coronados por pináculos, en el que se encuentran algunos de los mejores sepulcros de la catedral, como el de Diego de Santander descrito por un arquitecto del siglo XIX como el más notable desde el punto de vista escultórico ya que; “la imagen de Nuestra Señora con el Niño, un relieve colocado en el vano del arco, es de tres pies de alto y cuatro de largo.

 

 

 

 

sepulcro del cid campeador

La actitud de la cabeza de la Señora es al modo de la Virgen de la silla de Rafael, el campo son unas aguas ondeadas, lo cual puede indicar que el pensamiento del dueño moribundo fue encomendándose a Nuestra Señora.
 

La composición de la figura de la Virgen es tan valiente que el escultor que quiera imitarla se perderá. A primera vista parece de medio cuerpo; pero es de cuerpo entero”.
 

Entre las capillas la más antigua es la de Santa Catalina y, algo posterior la del Corpus Christi, ambas con puertas de acceso góticas en la línea de lo del claustro.

En esta última se encuentra la escultura de Diego de Siloé “Cristo atado a la columna” del siglo XV es la capilla de Santa Ana, construida por Hans de Colonia, con un excelente retablo de Gil de Siloé que se organiza a manera de tapiz con tres cuerpos verticales.

 

 

El tema principal es el Árbol de Jesé, el resto son distintas escenas de la vida de la Virgen y de Cristo.

 

También se este siglo es la de la Visitación que conserva un notable sepulcro al del arcediano don Fernando Díaz de Fuentepelayo, labrado en alabastro por Gil de Siloé.

 

La figura del finado aparece yacente con un libro en las manos, acompañado por un paje.
 

El resto de la decoración es una serie de estatuillas de santos deparadas por finas pilastras.
 

De principios del siglo XVI es una de las capillas más fastuosas de la catedral y que refleja el tránsito del gótico al renacimiento; la del Condestable.

 

 

 

PUERTA DEL SARMENTAL

 

Sus fundadores fueron los Condestables de Castilla, doña Mencía de Mendoza y don Pedro Fernández de Velasco que encargaron la realización de la capilla a Simón de Colonia a finales del siglo XV.

Se accede a ella desde la girola, ya que se construyó adosada a la catedral, a través de un arco de elegante ejecución.

De forma ochavada es de gran luminosidad gracias a los ventanales, en dos alturas, que se abren bajo la cúpula estrellada que cubre la capilla.

La pieza capital de la capilla es el altar mayor que en palabras de un viajero del siglo XIX; “El retablo mayor de la capilla del Condestable, que es uno de los mejores retablos de España, tiene el defecto de haberse incorporado o aprovechado en él algunos de los pedazos del retablo antiguo gótico, que se conoce hubo en el lugar que ocupa el actual”.

 

CLAUSTRO DE LA CATEDRAL

 

La ejecución de este hermoso trabajo en alabastro, cuyo tema central es la Presentación en el Templo, se debió a la colaboración de dos grandes artistas; Diego de Siloé y Felipe de Vigarny que la terminaron en el año 1525.

La policromía que do a cargo del pintor León Picardo. La segunda pieza maestra de esta capilla es el sepulcro de los Condestables, obra plateresca realizada en mármol de carrara, seguramente debido a la mano de Vigarny, aunque su autoría todavía se discute.

Lo que no se discute es la perfección, tanto de las esculturas yacentes de la pareja como la finura del trabajo de los ropajes, almohadas y demás adornos del sepulcro.

También del siglo XVI, pero algo anterior a la capilla del Condestable, es la maravillosa escalera dorada de Diego de Siloé que se encuentra en el brazo izquierdo del crucero.

De doble rampa tiene una abultada decoración escultórica, siendo la más peculiar la de la barandilla que protege la escalera, obra de un orfebre francés.
 

Por último, quedarían por ver las capillas de los últimos siglos que, aunque interesantes, no tienen el valor artístico de las obras góticas y renacentistas de este hermoso templo.

Quizás una de las más interesantes sea la de San Enrique, del siglo XVII, fundada por el arzobispo don Enrique Peralta y donde está su sepultura.

Esta última es un notable trabajo de un autor desconocido, pero probablemente admirador de Leoni el genial escultor de El Escorial, en la que aparece el prelado en actitud orante arrodillado en un reclinatorio situado bajo un gran escudo de bronce.

 

 

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