CATEDRAL DE SEVILLA

 

Vista general de la catedral de Sevilla

 

En el corazón de la ciudad de Sevilla, entre el barrio de Santa Cruz y el río Guadalquivir, se levanta una de las mayores catedrales españolas ocupando el lugar, como ocurre en otras muchas ciudades, de la mezquita mayor, en este caso almohade, de la que todavía conserva rasgos tan distintos como el Patio de los Naranjos o el alminar, al que hoy conocemos como Giralda.

 

La mezquita sevillana que mandara construir Abu Yaqub Yusuf en el año 1172 fue una de las más importantes de Al Andalus y, aunque hay día es un templo cristiano, si se observa con atención todavía se pueden reconocer muchos elementos de su pasado almohade.

 

 

 

 

Detalle del cuerpo superior de la Giralda

 

 

De aquella época es el Patio de los Naranjos que todavía conserva parte de las arquerías; la madera chapada con decoración geométrica que cubre la Puerta del Perdón y los aldabones de bronce en forma de palmera; el mirhab, orientado hacia la Meca, en la que hoy es capilla de la Antigua y, sobre todos ellos, la Giralda, un alminar tan bello y tan amado que, según cuenta la tradición, los árabes a punto de rendirse pretendieron derribarlo antes de que los cristianos lo hicieron por ellos.

 

Pero Alfonso X el Sabio enterado de lo que tramaba irrumpió en las negociaciones de la rendición y dijo que “si a la Giralda la falta un solo ladrillo, haré cortar la cabeza a todos los moros de Sevilla”.

 

Así que el alminar fue lo único que se salvó, ya que la mezquita tan sólo sobrevivió un siglo y medio dedicada al culto cristiano hasta que los canónigos, reunidos el 8 de julio de 1401, decidieron que había llegado el momento de construir una nueva catedral, ésta tenía que ser monumental; “una iglesia tan grande que quienes la vean nos tomen por locos”.

 

 

 

 

Fachada lateral sobre la que se asoma el cimborrio del siglo XVI

 

La construcción del nuevo templo empezó pocos años después, el 1403, pero no se sabe quién fue el autor del proyecto, ya que las primeras noticias que se tienen de algún maestro encargado de la iglesia se remontan a 1462, cuando se sabe que dirigía las obras Juan Norman, al que siguieron distintos arquitectos hasta el remate final del templo, el cimborrio terminado en el año 1507, del que fueron sus artífices Alonso Rodríguez y Gonzalo de Rojas.

 

El crucero edificado a finales del siglo XV por Simón de Colonia, se hundió en el 1511, por lo que hubo que rehacerlo, esta vez a cargo del arquitecto Gil de Hontañón. Este cimborrio es el actual aunque restaurado en el siglo XIX.

 

 

 

 

Fuente en el Patio de los Naranjos

 

 

Quizás antes de recorrer la catedral sería interesante volver los ojos hacia esa hermosa torre que es la Giralda por la que se pelearon moros y cristianos, siguiendo la descripción que se hiciera Juan Colón en el año 1840; “Fue fabricada según la opinión de todos los autores en el año 1000 de nuestra redención, en el reinado de Benabet-Almucanus; la construyó el moro Herber, hasta la altura de 250 pies.

 

La giralda es de figura cuadrada, y cada uno de sus lados tiene 50 pies de ancho.

 

El cimiento es de piedra hasta la elevación de un estado del suelo, lo demás de ladrillos de un tamaño y un grueso exorbitante.

 

Es muy probable que los cimientos de esta atrevidísima obra estén formados de la ruina y de la demolición que de los edificios de la dominación romana hicieron los árabes.
 

 

 

 

 Detalle de una de las fachadas de la catedral en el que se puede apreciar la elegancia de terrazas y pináculos

 

 

La demás fábrica es de ladrillo; a la altura de 87 pies empiezan los graciosos adornos arabescos; en cada fachada hay ventanas árabes con sus columnas es medio y a los lados; delante tienen un antepecho de mármol.

 

En el primer cuerpo están colocadas 24 campanas, entre los arcos de este cuerpo, que concluye con una balaustrada y en sus cuatro extremidades jarras de azucenas trabajadas en hierro.

 

Desde aquí empiezan los 100 pies añadidos en 1560 por Fernán Ruiz”.

 

 

 

Vista de la catedral y la cúpula de la Giralda rematada por la figura del giraldillo


Efectivamente, en el siglo XVII, se le añadió al alminar una torre de campanas cerrado por una cupulilla sobre la que se asienta una estatua de bronce que representa la Fe, conocida como el Giraldillo; una elegante estatua fundida en 1568 por el orfebre Bartolomé Lorell.

Detalle de una de las fachadas de la catedral en el que se puede apreciar la elegancia de terrazas y pináculos
 

Exteriormente, la catedral sevillana impresiona por su inmensa y compacta mole que, a pesar de todo, no da sensación de pesadez, sino todo lo contrario, quizás porque está coronada por una armoniosa superposición de terrazas asentadas sobre airosos arbotantes, adornados con pináculos, que le confieren cierta esbeltez.
 

En la fachada principal, dividida por recios contrafuertes, se abren tres portadas.

La central es del siglo XIX y fue realizada por Ricardo Bellver, y las laterales, llamadas del Nacimiento y el Bautismo, son de la segunda mitad del siglo XV y están adornadas con estatuas y medallones en barro cocido y policromada.

 

 

 

 

PUERTA DE SAN MIGUEL

 

 

Pero no son los únicos accesos al templo, ya que hay cinco portadas más; dos en cabecera, del siglo XVI, dos en el crucero, y la del Perdón, que se abre sobre el Patio de los Naranjos y es una de las más bellas.
 

Esta portada, ante la que se arrodillaban los condenados, camino del patíbulo en demanda de perdón, está decorada con estatuas y bajorrelieves del escultor Michel Perrín de principios del siglo XVI y adornos platerescos algo posteriores.
 

Interiormente este templo también es espectacular por su tamaño.

Consta de cinco naves de 116 metros de longitud por 76 de anchura, un crucero sobre el que levanta un cimborrio a 40 metros de altura y una cabecera recta.

 

 

PUERTA DE SAN CRISTOBAL

Pero no sólo es de grandes proporciones, también son enormes los pilares formados por numerosas columnillas de las que arrancan los nervios que conforman las 68 bóvedas de crucería que cubren la catedral.

Los adornos interiores son muy sencillos como dice Juan Colón; “todo aquí es elegantísimo, de una esbeltez que enajena.

Por encima de los arcos de las capillas, y al pie de los arranques de las bóvedas altas, corren andenes calados de un gusto exquisito; así como los adornos de las ventanas que en número de 93 tienen cada una de su vidriera pintada, que en nada ceden a lo mejor de este género; fueron trabajadas por los célebres artistas que en esta clase de obras florecieron en el siglo XVI.

 

 

 

 

 

PUERTA DE LA ANUNCIACIÓN

Además a esta descripción del ornamento de la catedral habría que añadir el espectacular suelo de jaspe azul y blanco colocado a finales del siglo XVIII.

 

El recorrido de este gran templo en el que hay tanto que ver y que admirar, cuanta con nada menos que 54 capillas y ochenta altares, puede empezar por la Capilla Mayor y el coro, para continuar con algunas de sus capillas más importantes.

 

 

 

 

Interior de la bóveda del crucero

 

La Capilla Mayor, cerrada por una espléndida reja plateresca rematada por una delicada cresta, obra del orfebre Francisco Salamanca, tiene un notable retablo en madera, que empezó el artista Dancart en el año 1482 y lo terminaron los hermanos Jorge y Alejo Fernández, ayudados por otros maestros, en el año 1564.

 

Está considerado como una de las más grandes que existen (20 metros de alto por 18 de ancho).

 

Esa gran superficie se divide en 44 compartimientos, entre pilastras, en los que, bajo doseletes finamente tallados, se representan escenas en bajorrelieves sobre la vida de Cristo y de la Virgen.

 

En el centro una imagen de la Virgen de la Seda; una talla en plata y madera de la segunda mitad del siglo XIII.

 

Sobre el altar, el Tabernáculo, en plata, de finales del siglo XVI, obra del platero Francisco Alfaro.
 

 

 

 

 

DETALLE INTERIOR DE LA BÓVEDA DEL CRUCERO

 

En el centro de la nave, junto al crucero, se encuentra el coro, también cerrado por una reja plateresca de buena factura, la catedral de Sevilla es la iglesia que tiene no sólo el mayor número de rejas, sino también las más bellas, del mismo autor que la de la Capilla Mayor, que posee una sillería gótica, ejecutada con maestría por Nufro Sánchez.
 

Los sitiales de maderas nobles, se utilizó incluso ébano, están tallados en estilo gótico pero con claras influencias mudéjares.

 

En el centro se encuentran el facistol, utilizado para colocar en él magníficos libros del coro de los siglos XVI y XVII, obra de Bartolomé Morell de 1570.
 

 

 

 

Vista del coro con el órgano catedralicio

 

 

Si seguimos el recorrido por la derecha del crucero encontraremos la llamada Sacristía de los Cálices, de finales del gótico, que guarda una pequeña pinacoteca con cuadros de Murillo, Valdés, Leal, Goya, Ribera, Zurbarán, etc, y, sobre el altar, un crucifijo de Martínez Montañés de 1603.

 

Cercana a ella hay otra sala, la Sacristía Mayor, de estilo plateresco, obra de varios artistas, entre otros, Diego de Siloé, levantada entre los años 1532 y 1543.

 

 

 

SACRISTÍA DE LOS CÁLICES

 

 

 

Esta gran sala de planta de cruz griega, a la que se accede a través de una portada plateresca, está cubierta por una bóveda en forma de media naranja finamente esculpida.

En su interior, además de excelentes pinturas y esculturas hay dos notables piezas de orfebrería; un gran candelabro de bronce, plateresco, y una custodia de plata, renacentista, obra maestra de Juan de Arce.

Para el final hemos dejado la Capilla Real levantada a finales del siglo XVI con el fin de que sirviera de capilla a la familia real.

Ocupa el centro de la cabecera de la catedral y, desde el punto de vista arquitectónico, lo más interesante es la gran bóveda plateresca, debida a Hernán Ruiz el Joven, con casetones en piedra en los que se han esculpido los bustos de los reyes.

 

RETABLO ALTAR MAYOR

 

 

CAPILLA DE CRISTÓBAL COLÓN

 

 

Los muros están decorados con una serie de hornacinas que cobijan estatuas renacentistas y en el altar se puede ver un retablo del siglo XVII.

 

A ambos lados de la Capilla Real, bajo grandes nichos, se encuentran los sepulcros renacentistas de Alfonso X el Sabio y su madre, doña Beatriz de Suabia, cuyas estatuas, en actitud de orar, son obras de este siglo.
 

 

 

PINCHA EN LA FLECHA PARA VOLVER ATRÁS