CATEDRAL DE SANTIAGO DE COMPOSTELA

 

 

 

Imagen del Apóstol Santiago en la catedral

 

 

La ciudad del apóstol Santiago, destino de los numerosos peregrinos que a lo largo de los siglos han recorrido los caminos que les guiaban hasta la tumba del santo, tiene una historia que corre paralela a la de su catedral, sepulcro del santo apóstol. 

 

 

La tradición cuenta que la tumba que la tumba con los restos del santo la descubrió, en los albores del siglo IX, el obispo Teodomiro, gracias a que una luz misteriosa le indicó el lugar exacto del sepulcro; un pequeño templete de mármol oculto entre la espesa vegetación del bosque.

El rey Alfonso II el Casto mandó levantar un pequeño templo en el lugar del hallazgo, templo que fue ampliado por su sucesor Alfonso III el Magno cuando ya la fama milagrosa del santo se extendía fuera de las fronteras del reino.

 

 

 

Pantocrátor del pórtico de la gloria

 

 

Para este segundo templo, consagrado en el 899, se trajeron, según consta en el acta de consagración “piedras de mármol, transportadas de tierras de moros, para embellecer la puerta principal” y en la misma acta se habla de las numerosas columnas, basas y capiteles que adornaban la primitiva iglesia “llevadas en naves desde la población llamada Portucalense”.

Era un templo de tres naves con un gran ábside presidido por un pórtico en forma de arco triunfal apoyado sobre pilastras.

La capilla mayor se puso bajo la advocación de San Salvador, y estaba flanqueada por otras dos dedicadas a San Pedro y a San Juan.

La consagración de este templo reunió en torno a él a toda la familia real, varios obispos y a todos los personajes ilustres de la época.

 

 

 

 

Fachada principal de la catedral de Santiago de Compostela

 

Alrededor de la basílica y gracias a la, cada vez mayor, llegada de peregrinos, fue surgiendo un importante núcleo urbano que no llegó a perder su auge ni siquiera tras la invasión de Almanzor que destruyó y saqueó el templo.

 

 

 

 

Reconquistado el poder, y siendo la ciudad un floreciente burgo, el obispo Diego de Peláez, decidió levantar una gran catedral ya que la antigua basílica se había quedado pequeña para acoger a los numerosísimos visitantes que llegaban de toda Europa y que no sólo aportaban prosperidad a la ciudad, sino que traían las nuevas ideas en arquitectura y escultura que bullían en sus ciudades de origen.

 

La obra se empezó en el año 1075, siguiendo las obras durante los siglos XII y parte del XIII, siendo consagrada en el año 1211.

 

 

 

Puerta del perdón

 

 

 

 

Los siglos XIV y XV no fueron muy fructíferos para la ciudad, las frecuentes revueltas de campesinos frente a la aristocracia cada vez más poderosa, desataron numerosas luchas con sus correspondientes represiones que retrasaron el desarrollo de la creciente burguesía.

 

 

Pero, en cambio, si fueron momentos de esplendor para la iglesia que salió reforzada de los enfrentamientos gracias a que una de las familias más poderosas de Galicia, los Fonseca, aportaron tres arzobispos sucesivos a la sede compostelana, estos últimos, sobre todo Alfonso de Fonseca II, contribuyeron al gran desarrollo artístico y cultural de Santiago.

En los siglos siguientes, y ante las previsibles invasiones de ingleses primero, y franceses después, las reliquias del santo se sacaron de su tumba para guardarlas en lugar seguro, lo que tuvo como primera consecuencia la disminución drástica de peregrinos que no volvieron masivamente a visitar la catedral hasta la reinstauración de los restos del santo en su tumba, en el año 1879.

 

 

Vista de la Capilla Mayor con el altar churrigueresco presidido por la imagen de Santiago.

 

 

 

 

La gran catedral compostelana ocupa un área que supera los 8000 metros cuadrados y que, siguiendo el famoso códice “Calixtino” del siglo XII tiene nueve naves inferiores y seis superiores; seis son pequeñas y tres grandes.

 

La primera y principal es la que se extiende desde la puerta principal hasta  los cuatro pilares centrales que sostienen toda la iglesia, y a sus lados tiene una nave pequeña a la derecha y otra a la izquierda.

Las otras dos grandes naves se hallan en los dos miembros; una y otra tienen dos pequeñas naves laterales.

Estas tres naves principales se elevan hasta el cielo de la basílica, pero las otras seis pequeñas sólo se elevan hasta los arcos del medio (así llaman los tallistas de piedras a los dobles pilares que sostienen los arcos del triforio).

Una serie de pilares que descansan sobre pedestales, unas veces cuadrados y otras redondos, separan la nave central de las laterales.

las pilastras, recorriendo las naves, aparece un triforio con arcos gemelos profusamente adornados.

Las tres grandes naves se cubren con bóvedas de medio cañón sobre arcos fajones que apoyan sobre los capiteles de las pilastras y las bóvedas de las naves laterales son de arista entre fajones.

 

 

 

Vista general de la Capilla Mayor donde se aprecia el órgano

 

 

 

Rodean el templo veinticinco capillas y la actual cúpula gótica del crucero sustituyó a la linterna románica originaria.

 

La cabecera está formada por cinco capillas románicas cubiertas por bóvedas de aristas cruzadas.

 

Pero lo más impresionante de la catedral compostelana no es el interior, a pesar de sus extraordinarias dimensiones, sino el exterior y, sobre todo, sus magníficas portadas, a cual más espectacular “tres portadas principales y otras siete pequeñas tiene la misma iglesia; una mira al Occidente, y esta es la principal, otras al Mediodía y otra al Norte.

 

En cada una de las portadas principales hay dos entradas y en cada entrada dos puertas”, según relata el códice “Calixtino”.

 

La que mira al Occidente es el “Pórtico de la Gloria”, realizada por el maestro Mateo en el año 1188, y escenifica el triunfo de Cristo. Los relieves y esculturas fueron originalmente polícromos, pero hoy tan sólo quedan algunos restos de pinturas.

En el parteluz de la portada central, el sitio de honor, está representado por Santiago sedente con el cayado de peregrino.

 

 

 

Detalle de la nave principal y del crucero

 

 

 

En las jambas hay estatuas de los profetas y apóstoles y en el tímpano aparece la imagen de Cristo en su Majestad, flanqueado por los evangelistas y rodeado por ángeles.

En las arquivoltas se pueden ver a los 24 ancianos del Apocalipsis tocando diversos instrumentos. En la portada de la izquierda están esculpidos los profetas y otros personajes del Antiguo Testamento y en la de la derecha aparecen santos y figuras que representan a los vicios y las virtudes.

Precediendo a este pórtico se encuentra la famosa fachada del Obradoiro, obra de mediados del siglo XVIII de  Fernando Casas y Novoa.

Este arquitecto, tomando como punto de partida la torre de las Campanas levantada en el siglo XVII, proyectó la actual fachada a modo de un inmenso retablo dedicado al Apóstol.

Los tres cuerpos que conforman la fachada están ricamente ornamentados con columnas, molduras y esculturas con las imágenes de Santiago y sus discípulos

 

 

 

La nave principal con la capilla Mayor al fondo

La figura del santo, en traje de peregrino, aparece en lo alto del cuerpo central y, en un plano inferior, un relieve de su tumba rodeado de ángeles, reyes y santos.

La segunda torre, la de la Carraca, alcanzó como la de las Campanas una altura de 76 metros.

Desde esta entrada al templo se puede acceder a la llamada Catedral Vieja, una iglesia subterránea del siglo XI con dos naves, crucero y ábside.

En este templo coexisten elementos románicos y góticos, con precoces bóvedas de aristas que descansan sobre columnas y una significativa ausencia de arcos apuntados.

Lo más bello de esta iglesia son los capiteles del maestro Mateo, que en palabras de López Ferreiro, destacaban por “el prodigioso cincel que jugaba con la dura piedra como con una masa de arcilla plástica.

 

 

Botafumeiro

 

 

 

Podemos admirar el arrojo y maestría con que están ejecutadas aquellas figuras humanas, aquellos cuadrúpedos, aquellas aves, que se desprenden casi por completo y sin violencia del tambor de los capiteles como para hacer alarde de la gallardía y corrección de sus miembros, y de la destreza con que sabían tomar las más difíciles posturas.

 

Podemos admirar la figura y delicadeza de aquellos rosetones y de aquellos follajes tallados al aire, cuya tersura no es fácil apreciar con el tacto, tanto interior como exteriormente.

 

La portada que mira al mediodía se abre en la fachada de las Platerías, la más antigua de todas ya que se construyó en los primeros años del siglo XII.

“En esta portada hay doce columnas, cinco en la entrada de la derecha y cinco en la de la izquierda, y la undécima entre ambas entradas, separando los tímpanos.

 

Tales columnas son unas de mármol, otras de piedra, y tienen en ellas, admirablemente esculpidas imágenes, flores, hombres, aves y animales.

 

 

 

Entrada a la catedral vieja

Estas columnas son de mármol blanco. Y no debe dejarse en olvido que hay una mujer al lado de la tentación del Señor, la cual tiene en sus manos la fétida calavera de un amante suyo, a quien se la cortó el marido de ella, que la besaba dos veces al día forzada a ello por el marido”, hasta aquí la deliciosa descripción del códice ”Calixtino”, de una parte de la portada que se conserva hoy día como entonces, algo poco usual ya que el resto ha sufrido numerosas transformaciones.

 

 

 

 

Arca del Apóstol en la Cripta

La portada que vemos está formada por dos cuerpos, el inferior de doble portada está delicadamente esculpido con esculturas de gran naturalismo que representan escenas del Antiguo Testamento.

Los tímpanos se conservan en su primitivo estado, aunque algunas imágenes están bastante deterioradas.

Las escenas que se pueden ver en ellos son la de las “tentaciones de Cristo”, a la izquierda y a la derecha temas de la “Pasión”.

Los tímpanos descansan sobre ménsulas con cabezas de animales bajo arcos polilobulados y arquivoltas decoradas con motivos vegetales.

Todo ello se remata con una balaustrada del siglo XVII.

La portada que mira al Norte según el “Calixtino”, hoy día son dos una es el Pórtico real, en la fachada de la Azabachería, y la otra la Puerta Santa.

 

 

 

 

Portada de las Platerías

 

El primero es un notable ejemplo del barroco compostelano del siglo XVII, obra de José de la Peña de Toro, con cuatro gruesas columnas y un floreado ático.

 

La segunda, de principios de principios del siglo XVII, es una entrada sencilla, de dos cuerpos, decorada con piezas románicas procedentes del antiguo coro catedralicio. En el cuerpo superior aparecen estatuas, con sus hábitos de peregrinos, de Santiago en el centro, y las de sus discípulos San Atanasio y San Teodoro, a ambos lados. Todas ellas obras del escultor Pedro Campo de finales del siglo XVII.

Una vez en el interior del templo nuestros pasos se dirigen a la cripta en la que se guarda el cuerpo de Santiago, bajo la Capilla Mayor. Cumplidos los deberes de peregrino, recorreremos con tranquilidad el templo.

La catedral, al interior, nos muestra toda la belleza de un estilo románico austero y sobrio. La planta, de cruz latina tiene noventa y siete metros de longitud por sesenta y cinco de ancho y consta de tres naves divididas en diez tramos.

Las naves están separadas por medio de arcos de medio punto que se sustentan sobre pilares de planta cruciforme formados por medias columnas adosadas.

A la impresionante nave central, más alta y ancha que las dos laterales, se asoma la tribuna, con elegantes ventanales calados.

El conjunto está cubierto por bóvedas de cañón y rodeado de un magnífico triforio. Sobre el crucero se alza una gran cúpula de treinta y dos metros de altura constituida entre 1384 y 1445.

 

 

 

 

 

Apóstoles del Pórtico de la Gloria

En las grandes solemnidades, mediante un ingenio mecánico que sujeta una maroma, prende de ella el gigantesco incensario, llamado “botafumeiro”, que se guarda habitualmente en la biblioteca. Utilizado originalmente para airear el cargado ambiente producido por la muchedumbre de peregrinos que visitaba el templo, su uso se remonta a los primeros tiempos ce la catedral, y su rítmico vaivén  sobre el crucero se ha convertido en una de las escenas más espectaculares y esperadas de los ritos jacobeos.

La Capilla Mayor, construida en el siglo XVII, que tiene un altar churrigueresco donde aparece la imagen sedente del Santo, que data del siglo XIII, en piedra policromada. Otras capillas interesantes son: la del Cristo de Burgos, del siglo XVII; la de Santa Catalina, que conserva tumbas de los siglos XV y XVI; la de San Andrés, de estilo barroco, la de la Corticela que posee una bella portada románica del siglo XIII y en la que se encontraron tumbas paleocristianas y visigodas; la de San Bartolomé, cuyos capiteles fueron decorados por el Maestro Mateo; la de el Salvador, origen del actual templo con un hermoso retablo policromado plateresco y la capilla de Mondragón que alberga una notable reja del siglo XVI.

Por último no debemos abandonar la catedral compostelana sin detenernos un momento en su elegante claustro del gótico florido; damos una vuelta por los museos, que nos permitirá contemplar piezas de gran valor, y visitar el Panteón Real, donde se encuentran algunas tumbas reales de los siglos XII y XIII.   

 

 

 

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