MONASTERIO DE LOS JERONIMOS

MADRID

 

 

Cerca de la ciudad de Santa Fe, se levantaba un antiguo palacio de los reyes nazaritas que, tras la conquista de Granada pasó a ser el monasterio de Santa Catalina.

Este convento, donado por los Reyes Católicos a la Orden Jerónima, fue el origen, aunque no en el mismo lugar, del actual monasterio de San Jerónimo.

 

Poco tiempo ocuparon los monjes jerónimos el convento de Santa Catalina, ya que unos años después de la entrada de los Reyes Católicos en la ciudad se trasladaron a su actual emplazamiento; una pequeña finca en la que tan sólo había una casa, una huerta y un molino.

 

En este lugar se levantó un gran monasterio que, durante casi tres siglos, fue uno de los más importantes de Andalucía.

 

La iglesia se empezó a construir en el año 1513 y el monasterio en el 1521, bajo las órdenes de Jacobo Florentino, pero las obras avanzaban muy lentamente, a pesar del empeño de Carlos V que, como sus abuelos, tenía un gran interés en la protección de esta fundación.

 

Para recortar gastos poder terminar la construcción el rey cede algunas capillas a nobles interesados en tener allí el panteón familiar, ocupándose ellos mismos de finalizarlas.

 

 

 

Claustro gótico y cuerpo superior de la iglesia

En el 1526 se hace cargo de la obra y de la decoración de los claustros Diego de Siloé que trabaja en el templo hasta 1548, dejándolo prácticamente acabado salvo algunas capillas, ya que las que las ideas de este artista chocaron con las de los dueños de las mismas, que se terminaron años más tarde.

 

Las obras del monasterio fueron algo más rápidas, y ya en 1519 se habían concluido los dos claustros del convento.

 

 

Capilla mayor con gran retablo de principios del siglo XVII

 

Estos dos patios impresionaron al por entonces embajador italiano, Andrés Navagero que, en una de las muchas cartas que escribió durante su estancia en España en el 1522, decía; “dos claustros hermosísimos, no vistos en ninguna parte; cada claustro tiene en el centro una fuente, pero el uno es más grande y magnífico que el otro, y su centro está lleno de naranjos, olorosos cedros, mirtos y otras plantas exquisitas”.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Vista de las bóvedas que cubren la nave de la iglesia. Interior de la cúpula del crucero de la iglesia

Al exterior, el monasterio de los Jerónimos es un imponente edificio de mampostería sobriamente decorado con escudos y medallones de los benefactores de la Orden Jerónima.

En el centro de la fachada del monasterio se abre una portada clásica, realizada en el siglo XVI por Navarrete, en la que aparece la leyenda; “Soli Deo Honor et Gloria” (Sólo para Dios el Honor y la gloria).

 

 

La portada se remata con un templete bajo el que se cobija una imagen de la virgen realizada en mármol blanco y en cuyo frontón aparece el escudo de los reyes.

Formando ángulo recto con el monasterio se alza la hermosa fachada de la iglesia y la torre, obras ambas de Diego de Siloé.

 

 

 

 

 

 

Vista de la escalera de acceso al claustro superior

 

La fachada está dividida en tres cuerpos; en el central destaca un plateresco escudo de los Reyes Católicos y en el superior un gran ventanal con arco de medio punto, profusamente decorado con animales fantásticos y dos medallones con las efigies de San Pedro y San Pablo.

El cuerpo inferior lo ocupa totalmente una portada dórica de finales del siglo XVI, también de Navarrete, coronada por un templete con frontón en el que se puede ver un relieve de San Jerónimo.

La iglesia es de una sala nave con cuatro capillas a cada lado y se cubre con una gran bóveda de crucería que se apoya sobre columnas dóricas.

En el crucero se alza un cimborrio cubierto también por una bóveda de crucería formada por nervios, volados y arcos apuntados.

El interior de las bóvedas del cimborrio y de los brazos del crucero está decorado a la manera de un gran artesonado.

En los cuarterones aparecen numerosos personajes tanto históricos como religiosos; se puede ver a César, Aníbal o Débora junto a Santa Bárbara, San Jorge o San Pedro.

La capilla mayor de la iglesia, cuya bóveda está también profusamente decorada con distintos personajes de la Historia, presenta un notable retablo de tres hojas, realizado entre finales del siglo XVI y principios del XVII, que cubre el fondo del presbiterio.

Numerosos artistas colaboraron en esta importante obra. Parece ser que el primer proyecto fue de Diego de Pesquera, aunque se modificó posteriormente por Pedro de Orea.

Las esculturas corrieron a cargo de Vázquez el Mozo, Pablo de Rojas, Diego de Navas y Bernabé de Gaviria, y las pinturas de Juan de Aragón.

A pesar de la intervención de tan diferentes maestros, el retablo mantiene en su conjunto una sorprendente armonía.

 

 

 

 

Retablo mayor de la iglesia de finales del siglo XVI, en el que colaboraron numerosos artistas

El cuerpo central del retablo está formado por una serie de esculturas y relieves separados por columnillas unas veces dóricas y otras jónicas o de fuste estriado.

Entre las esculturas destacan el Crucifijo y la Inmaculada del siglo XVIII, y entre los relieves  la serie de la parte inferior, policromados, con temas como la Epifanía, santos y santas.

En el coro se conserva la espléndida sillería, tallada en madera de nogal, de Diego de Siloé con dos filas de asientos esculpidos con medallones, cintas, cabezas y veneras, todo ello rematado por una delicada crestería. De este conjunto merece espacial atención la silla prioral por el magnífico relieve de la Virgen y el niño, hoy en el Museo de Bellas Artes de Granada.

La sacristía ha sido reformada en numerosas ocasiones, por lo que la dependencia que vemos hoy día tiene poco que ver con lo que fue en el siglo XVI, además los tesoros artísticos que guardaba desaparecieron en su mayor parte tras el saqueo de las tropas francesas. De cualquier forma todavía hay algunos objetos dignos de admiración como una Virgen de Pedro de Mena, un Dan Jerónimo de Alonso Cano, una Sagrada Familia de Sánchez Cotán y dos tablas flamencas del siglo XVI.

Lo más interesante del monasterio son los dos claustros, los mismos que describiera con tanto entusiasmo el embajador Navagero. El acceso al mayor de ellos se hace a través de una puerta dórica, obra de Navarrete, y es de dos plantas. La inferior, de estilo gótico, consta de nueve arcos de medio punto en cada galería apoyados sobre recios pilares con capiteles decorados con motivos vegetales. Entre los arcos centrales están labrados los escudos de los Reyes Católicos.

El piso superior, se abre al jardín por medio de arcos escarzanos y balaustradas caladas. Los arcos se apoyan en columnas de escaso fuste y capiteles del mismo tipo que en el piso inferior. En las cuatro alas de este claustro se abren interesantes portadas que dan acceso a algunas dependencias, entre todas ellas destaca la portada plateresca, atribuida a Diego de Siloé, que comunica con el templo y la portada que da acceso a la capilla de la familia Díaz Sánchez-Dávila, en cuya arquivolta aparece una peculiar decoración de querubines y ángeles.

El segundo claustro, algo posterior, es renacentista con elementos góticos y moriscos. También de dos plantas, la primera tiene siete arcos de medio punto con una galería, apoyados sobre finísimas columnas con capiteles de tipo morisco. El piso superior, de arcos rebajados, perdió su interesante artesonado mudéjar en uno de los incendios que sufrió en convento.

Por último hay que decir que el Monasterio de San Jerónimo posee un Biblioteca con importantes fondos, entre ellos manuscritos de gran interés.

 

 

 

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