MONASTERIO SAN MILLAN DE LA COGOLLA

DE SUSO Y DE YUSO (La Rioja)

 

Detalle de los arcos de una de las naves

 

Desde comienzos de la Edad Media, la villa de San Millán de la Cogolla, fue importante lugar de paso camino de la tumba del Apóstol Santiago.

 

Pero mucho antes, fue la patria de San Millán; un santo ermitaño que, según cuenta la tradición, nació en el lugar donde hoy se levanta la iglesia de Suso en el año 473.

 

Dos monasterios están relacionados con la historia del santo, el de Suso o de arriba y el de Yuso o de abajo; ambos se encuentran unidos por una historia común aunque separados físicamente por dos kilómetros, uno en el valle y otro en la montaña.

 

 

 

 

Vista de una de las galerías del claustro de Yuso

San Millán, durante su larga existencia parece ser que murió con más de cien años, se hizo famoso por su encendida defensa de los más pobres y por llevar una vida austera dedicada a la oración, contemplación y penitencia.

Tras su muerte, la cueva donde vivía se convirtió en un lugar de peregrinación y sus seguidores fundaron una comunidad religiosa, levantando una iglesia y un pequeño monasterio, hoy el cenobio se Suso.

 

Poco a poco no sólo los más pobres se acercaban a venerar al santo, sino que también los reyes venían a postrarse ante su tumba para pedirle que les amparara en sus guerras contra los musulmanes.

Sacristía del monasterio de Yuso

Los éxitos en las batallas se transformaron en donaciones y privilegios para el monasterio que creció espectacularmente hasta que, Almanzor, en el 1002, lo arrasó. Reinando Sancho el Mayor, el monasterio volvió a resucitar gracias a una comunidad de monjes benedictinos que se instalaron en él dispuestos a vivir, con todo su rigor, la Regla benedictina.Poco a poco el monasterio fue recuperando todo el esplendor de antaño y sus abades consiguieron el título de obispos, de tal manera que el abad de San Millán era al mismo tiempo obispo de Nájera.
A principios del siglo XI, el rey García de Nájera, ordenó la construcción de un nuevo monasterio en el valle el lugar que, según él, había escogido San Millán.
En la “Historia de la Traslación de San Millán”, escrita por un monje del convento en el siglo XII, así lo relata; habiendo nombrado el rey don García obispo de Calahorra al abad de San Millán, don Gómez, mandó que de los despojos y preseas que habían quitado a los moros en el asalto, se hiciese un suntuoso templo en la ciudad de Nájera, dedicándolo a la honra y gloria de la Virgen María.

 

 

 

 

 

Claustro del monasterio de Yuso

Para ennoblecerlo dispuso conducir al mismo tiempo todos los cuerpos de santos de la comarca, entre ellos el de San Millán. Pero, apenas llegó la urna a un corto llano del valle donde hicieron un alto los que lo llevaban, cuando al querer tomarlo en hombros para proseguir el camino, hallaron con extraña novedad que nadie la podía mover. Asombrados del suceso, tentaban todos los medios posibles para moverla, pero veían que estaba firme como una roca.

Haciendo el rey de necesidad virtud ordenó que viniesen los alarifes de Nájera y levantasen allí otra iglesia de Santa María. Este segundo monasterio se consagró en el 1137 y a él se trasladó parte de la comunidad junto con los restos de San Millán.

 

Durante largo tiempo ambos monasterios tuvieron una vida similar hasta que, con el paso del tiempo, el monasterio alto quedó como lugar de retiro para los monjes que querían pasar una temporada de recogimiento y oración.

 

 

 

Fachada del monasterio de Yuso

Aquí vivió y escribió el poeta Gonzalo de Berceo y todavía se conserva, y se puede visitar, la celda donde pasó gran parte de su existencia.

A lo largo del siglo XIX los monjes de San Millán de Yuso tuvieron que dejar el monasterio en tres ocasiones y otras tantas volvieron a ocupar su puesto, pero tras las leyes de desamortización de Mendizábal de mediados de siglo se vieron obligados a abandonarlo definitivamente.

Muchos años después, en el año1878, una comunidad de padres agustinos se instaló en San Millán y, con gran esfuerzo, reconstruyeron el monasterio que hoy se puede visitar.
Edificado en un repecho de la montaña, el monasterio de Suso fue un antiguo santuario rupestre, parcialmente excavado en la roca.

El templo que vemos hoy es un sencillo edificio mozárabe casi tapado por la vegetación. Lo primero que aparece al entrar es un atrio donde se encuentran los sepulcros de los siete infantes de Lara.

A través de un arco de herradura que se apoya sobre bellos capiteles tallados accedemos al interior de la iglesia de dos naves separadas por arcos de herradura que se apoyan sobre toscas columnas.

 

 

 

 

Escalera del siglo XVII

Todo ello cubierto por bóvedas nervadas del siglo X. lo más interesante que se puede contemplar en su interior es una estatua yacente de San Millán, obra del siglo XII, rodeada de monjes y peregrinos en actitud implorante.
El monasterio bajo o de Yuso es un tanto ecléctico debido a que fue engrandeciéndose en la medida en que los diferentes abades necesitaron más espacio, adaptándose a las variaciones de la comunidad.

La fachada conventual que vemos actualmente, aunque de aspecto más bien austero sobresale una notable portada barroca del siglo XVII.

Esta portada, de dos cuerpos, se abre bajo un arco rematado por un frontón con dos pináculos y un óculo en el centro.

En el segundo cuerpo destaca un relieve de San Millán a caballo flanqueado por estatuas de reyes y, coronando todo el conjunto, un gran escudo.

 

 

 

 

Retablo mayor del templo

Una vez dentro del monasterio lo primero que encontramos es el Salón de los Reyes de planta rectangular que se cubre con bóvedas de cañón. En los muros cuelgan pinturas de fray Juan Rizzi con los retratos de cuatro protectores del convento. A la salida de esta sala se encuentra una impresionante escalera del siglo XVII con la balaustrada profusamente decorada con motivos geométricos. De aquí pasamos al claustro de dos plantas.

La inferior, gótica pero con algunos elementos renacentistas, se abre al patio por medio de seis arcos apuntados. Sus galerías se cubren con complicadas bóvedas estrelladas que se apoyan en ménsulas y presentan diferentes relieves en las claves de los nervios, la planta superior se configura con arcos de medio punto entre columnas toscanas.

 

 

 

Órgano del templo

 

En su interior se pueden ver varias pinturas del siglo XVII en las que se relata la vida de San Millán. Junto al claustro se levanta la Sacristía, construida a finales del siglo XVI, que se cubre con una gran bóveda de cañón apoyada sobre arcos fajones. La parte interior de la bóveda está decorada con frescos del siglo XVIII. La entrada al templo se hace a través de una portada del siglo XVII que se abre bajo el arco central de una triple arquería flanqueada por dos recios contrafuertes, coronado todo ello por un gran óculo. Sobre la puerta la imagen de San Millán en una pequeña hornacina.

La planta de la iglesia es rectangular con tres naves cubiertas por bóvedas de crucería estrelladas.

En su interior lo más interesante son la colección de pinturas de fray Juan Rizzi, que se reparten entre el presbiterio y las diferentes capillas, y el trascoro, ricamente tallado y flanqueado por dos espléndidos retablos.
 

 

 

 

 

Galería superior del claustro

No debemos olvidar en este monasterio la importancia de su Biblioteca donde se escribieron los primeros libros en lengua castellana. Aunque muchos de sus manuscritos más antiguos ya no están aquí quedan todavía varios códices e incunables de gran valor.

 

 

 

 

 

 

   

Vista de una de las galerías inferiores del claustro

 

 

 

 

 

 

Detalle de la escalera

 

 

Vista general del Monasterio de Yuso

 

 

 

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